Una de las situaciones que no se puede dejar de considerar durante el estudio de los textiles es la capacidad de movimiento que poseen ya que, de la misma manera en la que las personas migran, los textiles los acompañan y en viaje se van transformando y a la vez transforman a su alrededor. Ejemplo de esto es la tradición textil del pueblo Pehuenche, en la región del Biobío que es una cordillera, la cual actualmente se divide en la región del Alto Biobío y agrupa a varias comunidades de origen Pehuenche.
De acuerdo con la organización de Desarrollo Indígena para el Estado Chileno, la población indígena mapuche estaba conformada originalmente por nómadas y cazadores con costumbres y lengua propia, sin embargo, dentro del proceso de movilización estos se adaptaron a las otras culturas pehuenches. Fue debido al proceso de colonización y a la reducción de su territorio que estos grupos cambiaron su estilo de vida para adaptarlo a las condiciones climáticas, por invierno se cobijaban en las zonas bajas y durante verano, las comunidades se dirigían a zonas altas donde recolectar frutos y alimentar a su ganado. Fue este proceso de movilización en un territorio limitado y el proceso de asimilación durante la pacificación, lo que los aisló y permitió la conservación de sus costumbres
“El pehuenche se ha resistido a la reducción, pero se sigue moviendo.”
Este proceso de movilización fue el que contribuyó a reconocer la importancia del caballo dentro de la cultura pehuenche debido a que este permitió la resistencia a la dominación española, chilena y argentina con la conformación del estado nación.
Si bien el caballo viene de Europa para los pehuenches este no es exógeno; sino que es como su hermano, es una estrella que representa el espíritu del guerrero y que se corporiza, es un compañero que permite la resistencia; que ayuda a arrear el ganado, generar comercio, extraer y llevar mercancías. Es la importancia del caballo lo que llevó a las maestras tejedoras pehuenches a crear artefactos que destacan la posición del hombre montado, al servicio de sus necesidades y del caballo.
De ese modo, dentro de la organización social pehuenche, mientras los hombres salen a caballo, las mujeres son las encargadas de desarrollar las piezas textiles; la labor de las tejedoras es la construcción del textil que va más allá de la función ornamental. La mujer interpreta y plasma el vasto universo, son ellas las grandes sostenedoras de la vida; el tejido es realizado sólo por mujeres y la mayoría están dedicados al hombre, para vaya y regrese con bien o para que se le permite ingresar a ciertos sectores del bosque donde la lectura del textil será entendida por los seres que habitan estos territorios.
Dentro de las piezas textiles más importantes reconocidas de esta región, y que se han rescatado, se destaca una bolsa multicolor de cuatro orillas elaborada en telar; la función principal de esta bolsa se considera guardar alimentos y víveres; estas piezas son utilizadas en mayor medida durante los viajes, especialmente cuando se trata de atravesar la cordillera.
Otra pieza textil importante es una que se coloca entre el caballo y la montura para absorber el sudor del animal, esta está elaborada con un punto grueso a base de lana y tintes obtenidos del bosque nativo. Este textil usa la técnica del “ojito” ya que se considera que la montaña está llena de espiritualidad y hay ojos en todas partes, se cree que la cordillera está llena de cientos de ojitos que cuidan el espíritu del volcán.
“Existe una unión entre el textil con el bosque, la montaña y el volcán, se comunican”
Para los pehuenches el lenguaje de los tejidos es como cada uno aprende, la universidad del fogón, de lo que nuestros abuelos nos dicen. Una forma de aprendizaje donde no solo aparece lo bueno, sino también lo malo.
“Esto no se aprende en la escuela, se aprende de la vida, de la propia simbología de su propia puntada, de los valores que se comunican y expresan los valores de cada uno de estos hombres que se desplazan por la cordillera”.
Irazú Natividad Esperanza